La Niebla

Relato participante en el VadeReto de Enero 2022 del blog Acervo de Letras. Como única condición es que el escenario en el que se desarrolle la historia tiene que estar inmerso en la niebla.

Photo by Jakub Kriz on Unsplash

Nací y crecí entre la niebla. A veces son jirones blanquecinos, otras veces nubes densas que nos ocultan de los demás. Nos intuimos por los ruidos que hacemos, como cuando mi abuelo come y su respiración suena muy fuerte, parece un tren que quisiera llegar a destino antes de lo previsto. O por los olores, papá huele a tabaco y mamá a vainilla. La bruma siempre se interpone tapándonos los rostros y los cuerpos. Si salimos al campo, se disipa y podemos ver las casas, el camino, los árboles y de lejos, a la gente. Al acercarnos a otras personas, vuelve a aparecer, insidiosa; primero alrededor de las caras y luego va envolviendo el resto de la anatomía en un movimiento descendente hasta los pies. En ese intervalo de tiempo, previo a que la niebla lo cubra todo, es posible atisbar las formas. La figura de mi abuelo es robusta y la de mi madre, delgada, como una ramita.

A pesar de la persistencia de la niebla, podemos hacer nuestra vida, trabajamos, comemos, amamos. Nos permite hacer la mayoría de las cosas necesarias, excepto ver nuestras caras. Más de alguno ha querido huir traspasando los límites del pueblo, pero ahí la neblina es un muro y no lo permite. Ella nos acompaña desde que nacemos hasta que nos ponen en el regazo de la tierra.

A los quince años me enamoré del cuerpo de Mercedes. Se me figuró que tenía guisa de reloj de arena, igual al que tiene el viejo José para las partidas de ajedrez. Un día le pedí que nos besáramos y aceptó. Mientras acercábamos nuestras cabezas, la neblina se hizo más densa y yo con mis manos, trataba de disiparla en un vano intento de asomarme y mirar sus facciones. Quería enamorarme también de ellas, como me había enamorado de su cuerpo. El beso fue sublime, a pesar de que fue solo un roce de labios. Soñé con él durante varias noches seguidas y me propuse volverla a besar, pero ella amaneció muerta antes de que yo pudiera siquiera proponérselo. No se supo nunca el por qué de su deceso.

Se llevaron a cabo los funerales y todos estuvimos ahí. Se escuchaban las oraciones como siseos y luego, al echar la tierra sobre su cadáver sentí que me enterraban con ella.

Esa noche regresé al camposanto, quería intentar ver la faz de Mercedes, quizás darle un último beso. Los enterradores habían dejado una pala que usé para sacar la tierra. Miré el cuerpo, que estaba envuelto en una sábana, y me tendí junto a él en esa tumba fría. Desenvolví con cuidado la tela alrededor de la cabeza. La niebla me dejó hacer. Al ver el rostro de Mercedes frente a mí, lloré. Donde debieron estar sus rasgos solo había piel, una piel blanquecina y resquebrajada cual cascarón de huevo. No había boca, ni ojos, ni nariz, solamente piel. Escuché una risa burlona flotando en el aire, y en ese momento, la niebla la ocultó de mí.

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Autor: Ana Laura Piera

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31 comentarios en “La Niebla

  1. Romántico, tenebroso y a la vez envolvente como la niebla que te atrapa, creas una atmosfera que oprime cada palabra. Felicidades, Ana, más que buena tu aportación al reto.
    Un abrazo.

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  2. Un relato que te va envolviendo, metiéndote dentro de la atmósfera que va absorbiéndote y no imaginas que en un instante te congelará y te dejará con la boca abierta por la sorpresa y lo inesperado. Muy bueno. un abrazo

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  3. ¡¡¡Maravilloso!!!
    Por un lado, la poesía embellece cada expresión y nos invita a saborear la vida usando todos los sentidos, incluso, dejando de lado la vista, que nos suele engañar con imágenes confusas.
    Por otro, sombrío y triste, nos muestra la pérdida del amor que, de alguna forma, nos ciega, como la niebla, nos impide ver la realidad del otro.
    Y ese final, ¡¡¡maremía!!! ¡Qué grandioso!
    ¡Qué de cosas para saborear, reflexionar y disfrutar en este relato!
    Enhorabuena, Ana.
    Grandísimo regalo para nuestro VadeReto y la familia acervolense.
    Un abrazo sin bruma.

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  4. Fantástico relato, Ana. Tanto en la forma como en el fondo, hay nieblas que son imposibles de apartar, que no nos dejan ver la maravilla que es la vida y que, finalmente, resultan vencedoras, terriblemente vencedoras en esa lucha interna entre el bien y el mal. Fascinante. Un abrazo!

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  5. Ana!
    No hay un relato tuyo que no pueda decir «magnífico». Gracias por eso. La niebla me envolvió de la primera a la última palabra.
    Fíjate que me quedo con una curiosidad grande y sana, mas no es una pregunta. Más bien me preguntó a mí, ¿Por qué habrás dudado con este relato?

    Esta niebla tiene tantos sentidos! Desde el transcurrir de las vidas enmedio y a pesar de ella, hasta incógnitas sin respuesta y finalmente con la esperanza de un amor que, aunque haya quedado en un solo beso, pudo ser. Me embruja este escenario.

    Me ha encantado Ana, de verdad.

    Un abrazo grande.

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    1. Muchas gracias Maty. A veces entra inseguridad, no sé por qué. Pensar que quizás no sea bueno, que quizás no guste, pero uno se sobrepone y termina mandándolo. Te dejo un abrazote.

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  6. Un relato donde la vista es el menor de los sentidos que tantas veces nos lleva a engaños con esa permanente bruma.
    Y un amor quinceañero cegado por un beso y cegado por la curiosidad que le desvela la triste realidad.
    Como siempre fascinante tu forma de escribir, Ana.
    Sin lugar a dudas.
    Un abrazo

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  7. Hola, Ana. En esta ocasión más que historias de la cripta yo diría memorias de una Parca. El toque romántico con esa persistente niebla que envuelve tanto la realidad como el otro lado le da para mí un plus a tu historia. Si todos tus escritos están siempre a la altura y más, en este la niebla ha sido tu aliada para elevar el nivel. Saludos

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