EL CURANDERO

Reto: inventar una historia que se desarrolle en el interior de un avión.

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Los ojos desorbitados de Matías Ek y el temblor incontrolable de su pequeño cuerpo me indicaron que sería difícil meterlo en la avioneta que nos llevaría desde el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez hasta la Ciudad de México.

—Cálmate Matías. Ya habíamos hablado de esto, tú sabes la importancia de que este aparato nos lleve a la capital. Te prometo que nada nos va a pasar —le dije en un tono tranquilizador, pero él me lanzó una mirada furibunda desde sus ojillos rasgados. Corrió hacia los hangares en un vano intento de escape, mas los soldados del gobierno lo agarraron y pronto se encontraba de regreso, maldiciendo, tomado de los brazos y con los pies pataleando furiosos a centímetros del suelo.

—Dr. Torres, no va a haber otra forma mas que meter a este cabrón a la fuerza —dijo uno de los soldados.

Había conocido a Matías Ek tres meses atrás cuando me llegaron informes de un curandero chiapaneco que trataba con éxito graves casos de coronavirus con medios tradicionales. Mucha gente de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez hacía la peregrinación a la sierra para que los curase. La receta para el tratamiento estaba en su cabeza y los ingredientes del remedio en la maravillosa diversidad de la Reserva de la Biosfera El Triunfo, en la sierra madre del estado de Chiapas. Ahí existe una selva en la parte más baja y un bosque nuboso en la parte alta, donde la neblina es constante y el lugar se revela como un sitio místico. Por sesenta días los dos recorrimos ese mundo de niebla persistente mezclado con la cubierta vegetal de bosques de pino y encino; recogiendo muestras de plantas, flores, cortezas hongos y musgos. En una ocasión que se me antojó un sueño, tuve oportunidad de observar el vuelo del esquivo e iridiscente Quetzal, y todas las noches nos acompañó el ulular de los monos que llega a ser tan fuerte que hiela la sangre. También, felinos como el jaguar y el puma nos acechaban aunque no los viéramos. Ante mi evidente nerviosismo Matías Ek solo sonreía y movía la cabeza como diciendo: «esta gente citadina» mientras metía en su alforja los preciados componentes.

Ahora los roles habían cambiado, Matías se internaría en mi mundo, que empezaba en esa frágil avioneta a la que él le tenía tanto terror pues no entendía cómo aquel pájaro metálico podía elevarse del suelo. No lo hubiera hecho pasar por la experiencia, pero como dije antes, la receta de la cura se encontraba en su memoria y teníamos que repetir todo el proceso en un laboratorio. Me dolió la rudeza con que los soldados lo introdujeron en el viejo Lockheed. Cuando el aparato comenzó a moverse Matías comenzó a llorar y después, al elevarse en el cielo daba gritos de espanto, se retorcía en su asiento y se jalaba con desesperación los lacios cabellos mientras sus ojos destilaban lágrimas de miedo y coraje. Le ofrecí un poco de mezcal que primero rechazó, pero una vez que logró tomar un sorbo quiso más y eso logró calmarlo. Sentí pena por él, pero me reconfortaba ver la caja que contenía los ingredientes recolectados para la cura. Con suerte podríamos replicar la receta y sintetizar los ingredientes activos para no tener que sacarlos del bosque. Muy pronto el mundo tendría un tratamiento para la plaga, muy necesario dado que las vacunas ya no funcionaban ante las últimas mutaciones del virus.

Por fin aterrizamos en la Ciudad de México. Matías ni se dio cuenta pues había vaciado por completo la botella de mezcal y dormía profundamente. Esta vez lo sacamos con todo el cuidado posible y lo llevamos a un hotel confortable donde se repondría del susto. El remedio estaba a salvo en ese reservorio de sabiduría ancestral que era su mente. Estaba seguro de que lograríamos nuestro objetivo y me prometí a mí mismo que la nueva droga rendiría homenaje a Matías Ek llamándola Ekicina.

Sonreí al pensar en la odisea que sería llevarlo de regreso en avión a su hermoso mundo de bosque y niebla.

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

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29 comentarios en “EL CURANDERO

  1. Pobre hombre a tenido que volar a base de mezcal, no sé como tendrá el despertar.
    Un relato muy de actualidad, aunque el estudio de la medicina tradicional a más de un laboratorio le ha dado muchos beneficios.
    Un abrazo.

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  2. Un excelente relato que juega con dos aspectos muy importantes:
    Por un lado, un tema muy actual y, aunque dramático por la posibilidad de la inutilidad de las vacunas, toquemos madera, pero también esperanzador porque habrá un plan B que nos permitirá acabar con la pandemia. 🤞🏻
    Por otra lado, una maravillosa ambientación que nos permite conocer esos bosques de Chiapas. Sus árboles, su flora, su medioambiente, sus animales. Con tu genial narración es fácil visualizar a los protagonistas atravesando esas rutas en busca de los componentes del preciado elixir. 🤗
    Con respecto al tema del reto, el avión, te lo comento en el Acervo. 😜
    Felicidades por el relato y gracias por aportarlo al VadeReto.
    Un abrazo.

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    1. Hola Ángel, que lindo de tomarte el tiempo y preguntarme. Sabes? fue super fuerte pero creo que ya se cayó lo que se tenía que caer con todos los que han pasado. Esta vez fue leve a pesar de lo fuerte (leve en términos de destrucción, no de susto). Yo vivo cerca de Ciudad de México y no sentí gran cosa. Estuvo mas feo cerca del epicentro en Acapulco, Guerrero, en la costa del pacífico. En fin, estamos algo acostumbrados a que la tierra nos zarandee de vez en cuando. Gracias por tus palabras y te mando un abrazote.

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  3. Acabo de leer tu relato. Me maravilla como describes todo el escenario de la historia, parece que estoy rodeada de árboles en la espesura de los bosque de chiapas. Entiendo a tu curandero, una cosa es querer ayudar con su sabiduría, otra visitar «La civilización» como lo llaman en contraposición a su mundo. Sin embargo, no parece que se lo lleven con el egoísmo de quitarle su secreto para enriqucerse, sino con la misión de que nos ayude a derrotar a este este invisible enemigo que amenaza con quedarse todavía mucho tiempo.
    Ojalá existiera la posibilidad de un remedio constatado como efectivo, Las vacunas tranquilizan mientras esperamos a ver el resultado.
    También destaco el detalle de dejar constancia que llevaría un nombre que le diera renombre al creador,me gusta ese puntito que le da a la historia.
    La reflexión final, es buenísima como colofón. Aunque, tal vez, con la alegría de volverse a casa, se beba la botellita tranquilizante antes de embarcar.
    Saludos

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  4. Hola, Ana. Vaya odisea para el pobre curandero, menos mal que el agua de fuego lo sana todo. Ese era el ingrediente secreto y el excipiente activo de su cura, los demás hierbajos solo eran para dar color y aroma al brebaje. Su mezcal casero era la verdadera cura. Saludos😁🖐🏼

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  5. Con el deseo de que tu relato sea pronto una realidad y que la sabiduría de los aztecas y de todos los pueblos aborígenes nos ayude a terminar con la pandemia, te felicito por la narración. He participado del momento y del vuelo a través de tus palabras. ¡Me gustó!

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