Vigilia Nocturna.

Mi participación para el VadeReto del mes de Abril. Crear un relato inspirado en esta imagen:

Recuerdo bien ese día, al llegar a San Blas vi extrañado que el paisaje en los alrededores había cambiado. Algunos cerros aparecían desprovistos de verdor y en su lugar, había solo tierra calcinada. El olor a quemado y la tristeza se mezclaban. Mi abuelo me esperaba en la parada del camión.

—¡Ha pasado algo terrible Josué!

Me llegó un ruido desconocido, como el bramido terrible de un animal.

—¡Acompáñame!

Fuimos al cerro alto, donde hay unas cruces muy viejas, y que por eso le dicen «el cerro de las cruces». Llevaba yo cargando mi mochila escolar y hubiera preferido pasar antes a la casa, pero el viejo me había contagiado de urgencia. Desde ahí vimos una fila compuesta de retroexcavadoras y camiones de volteo que avanzaban generando polvo y estruendo por el sinuoso camino de acceso a San Blas.

—Parece una víbora— dije.

—Una víbora ponzoñosa —replicó él.

Esa tarde, frente al ayuntamiento, la gente del pueblo escuchábamos el discurso de las autoridades. Pedían que nos fuéramos. Hablaban de hacer un gran complejo de parques industriales. «No debíamos obstaculizar el progreso». Parecía que la suerte de la tierra, y la nuestra, se había decidido ya en lejanos despachos, entre café, licores y bocadillos, con muchos sobres de dinero en la mesa.

—¡Tomen sus cosas y váyanse a la chingada o sufran las consecuencias!

De los ojos marchitos de mi abuelo brotaban lágrimas. Tenía los puños crispados de impotencia.

—¡Nos vendieron estos cabrones! ¡Nos vendieron! —repetía entre dientes.

Esa misma noche algunos se fueron caminando pesarosos entre los cerros humeantes, con las cosas más necesarias en la espalda. Nosotros nos quedamos.

—¿Y ahora qué abuelo?

—Ahora defendemos lo que es nuestro.

La voz resuelta contrastaba con su fragilidad: una delgadez de ramita de árbol, cabello completamente blanco y el corazón en hilachos. Todo consecuencia del tiempo, que no perdona nada, pero también agravada por la pérdida prematura de su mujer y de mis padres.

La defensa del pueblo la coordinó la doctora Victoria, que era muy respetada por la comunidad. Fue toda una sorpresa porque ella ni era de San Blas. Le preguntaban qué por qué se quedaba y ella decía que consideraba al pueblo su hogar. El amor a veces es un pegamento muy fuerte que nos une a causas desesperadas.

La doctora primero mandó a alguien de confianza a la ciudad, a contar lo que estaba pasando. Luego organizó una «resistencia civil pacífica» igual a la que había hecho un tal Gandhi en un país que ahora no me acuerdo el nombre. Fuimos a la plaza a sentarnos, algunos en bancas, otros en el suelo, unos más en el kiosco central. Las personas parecían nobles estatuas de ceño adusto y ojos como embalses a punto de desbordarse. El ruido de las máquinas no cesaba y todos supimos cuando empezaron a derribar casas porque el ruido se escuchó diferente y el aire se volvió polvoso y respirarlo dolía, aunque no tanto como nos dolía el corazón.

—¿En qué piensas abuelo? —le pregunté.

—En que estás por soltar tu niñez —dijo.

—Ya no soy un niño. ¡Tengo once! —dije, simulando estar ofendido, y lo abracé.

Las máquinas llegaron hasta la plaza y los operarios mantuvieron los motores encendidos y desde sus cabinas amagaban con avanzar haciendo movimientos violentos para luego pararse en seco. También meneaban las cucharas de sus retroexcavadoras en nuestra dirección, amedrentándonos. Yo observaba a los demás resistir en unidad y eso me daba fuerzas. Toda la noche luchamos contra la angustia. «La vigilia nocturna más larga y desgastante de que tengo memoria» diría después mi abuelo.

En la madrugada llegó más gente del gobierno junto con algunos militares. Hablaron con la doctora y querían negociar, pero el mensaje fue claro: no íbamos a renunciar a San Blas. Siguió una serie de amenazas y dijeron muchas cosas que no entendí, pero que sonaban muy desagradables.

—No te preocupes Josué. No nos va a pasar nada.

—¿Cómo es que estás tan seguro?

—La justicia está de nuestro lado, ella ve todo.

—¿Justicia no es la señora que tiene los ojos vendados? ¿Cómo es que nos puede ver?

—Ella ve cosas que los ojos físicos no pueden, y tarde o temprano prevalece. Pero no podemos esperar que ella haga todo el trabajo, por eso estamos aquí, resistiendo.

Más tarde llegó gente con cámaras de televisión a documentar el hecho y entrevistaron a varios. Ahí fue donde las máquinas se apagaron y tuvimos un poco de paz. Poco a poco se fueron yendo: las retroexcavadoras, los militares y los trabajadores. Cuando salía el sol ya estábamos tranquilos. Las mujeres repartían pan y café y los hombres se abrazaban aliviados.

—¿Ganamos? —pregunté.

—Esta batalla sí —dijo—. Ven.

Fuimos otra vez al cerro de las cruces y vimos a la serpiente ponzoñosa alejarse reptando de San Blas.

Autor: Ana Laura Piera.

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25 comentarios en “Vigilia Nocturna.

  1. Batalla ganada y la serpiente ponzoñosa sigue su camino. Una batalla que por desgracia ha sucedido en varias ocasiones, aunque en esta gracias a la doctora y el ímpetu del abuelo logran vencer. Es muy entrañable. Me gustó mucho y cumple a la perfección la vigilia. Enhorabuena. Un abrazo

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  2. Algo muy normal en estos días, donde la tierra no se respeta aunque muchos vivan y sean de ellos, un final feliz, que no siempre es así, lamentablemente o se tienen que pasar muchas peripecias y muchos muertos y estar siempre pendientes pues suele regresar la serpiente ponzoñosa. La modernidad y el dinero lo pueden todo…. muy bueno Ana, abrazo grande

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    1. Hola Themis, sí, este relato tiene algo de ingenuidad porque todo se resuelve en apariencia favorable para la gente. Pero las máquinas pueden volver, por eso el abuelo dice que solo han ganado «esa» batalla. Gracias por leer y comentar. Saludos.

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      1. También hay que tener en cuenta el otro factor, como lo planteas a través de delegarle la lucha al nieto, sin embargo, lo que acontece en la realidad es que ya ni lucha hay en muchas partes, llegan con dos pesos y compran la tierra a todos aquellos que ya no la valoran, por dos chirolas que les significa mucho la dan creyendo que hicieron el negocio del año y en dos tragos se la beben.
        Más allá está bueno las dos imágenes el abuelo y el nieto, pues generalmente son los hijos que se deshacen de ella. Abrazo grande

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  3. Hola, Ana.

    Un relato entrañable y esperanzador, aunque, me temo que a pesar de ganar una batalla perderán la guerra; frente al dinero, nada pueden los corazones.

    Me ha gustado mucho esa forma de educar con el ejemplo; los abuelos tienen tanto que enseñar. Ojalá se les diera todo el reconocimiento que se merecen, son el pilar de la sociedad y, a veces, el único sustento.

    Enhorabuena, esa vigilia tocó la fibra.

    Abrazo grande.

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    1. Gracias José, sí, lo más seguro es que las máquinas vuelvan. «Esa» batalla la ganaron, como dijo el abuelo, pero seguro vendrán más y quizá no haya futuro o quizá sí. A veces la vida nos sorprende. Por otra parte creo que la justicia funciona en niveles que a veces no comprendemos, como el karma. Es impartida por hombres que pueden ser profundamente injustos y entonces ahí ya no se hace justicia, a veces tocan hombres que hacen la diferencia para bien. Lo terrible es que cada vez son más escasos. Saludos y buen domingo. Gracias por tus retos.

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  4. Hola Ana.

    Lamentablemente, una batalla que no todos están preparados para lucharla. Muchas veces, ante la disparidad de fuerzas, se dan por vencidos antes de intentar nada. Aunque en esta ocasión, gracias a la doctora y a la entereza del pueblo, por el momento logran vencer.

    ¡Es muy entrañable! Me gustó la enseñanza por el ejemplo que el abuelo da a su nieto. Enhorabuena.

    Un abrazo

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    1. Hola Marlen, gracias por leerla. Una historia que puede pecar de ingenua, lo sé. Rara vez los conflictos se «resuelven» tan «fácil». A veces la justicia no se aplica como debe ser pues es impartida por personas imperfectas y en los peores casos vendidas a intereses de terceros, pero quiero pensar que del 100% alguna historia habrá donde se gane y se haga justicia o al menos se gane una batalla. Gracias por pasar y comentar. Saludos.

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      1. Hola Ana.
        Yo también creo que algunos conflictos se ganan sin violencia de por medio. Tal vez podemos ser tratadas como ingenuas, pero prefiero pensar que somos más de las/los que se ven en los medios. Es que lo que «vende» es lo otro, el choque, la violencia. No somos noticia. Pero prefiero seguir por mi camino lento, silencioso, como la gota que termina horadando la piedra. Gracias a ti. Un abrazo.

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    1. Hola Lady P, gracias por comentar, si, la verdad el relato peca de ingenuo pero quisiera pensar que es posible. Creo que las personas podemos hacer la diferencia, cuando entre la mayoría se planta cara a la opresión. Saludos.

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  5. Ana te paso link,,, gracias y saludos

    Juan

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  6. ¡Hola, Ana! Cuántas fechorías, indecencias e infamias se comenten en pro del Progreso. Ese ente abstracto de tan buena fama que está a un paso de subir a los altares. En pro del Progreso parece que todo es bueno y que con ello se justifica cualquier acción, sin que nadie se tome un momento para reflexionar o preguntarse ¿y todo eso para qué?

    Ganaron esa batalla, pero me temo que no la guerra. Un abrazo!!

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