Mi participación en el «VadeReto» de Marzo 2022: crear un relato donde aparezca una cabaña, al menos una vez, y que una de las palabras vaya en mayúscula para destacarla del resto del relato. Si quieres participar en el reto da clic AQUI.

Recuerdo que había decidido salir a pescar muy temprano. Tuve que hacerlo a escondidas, mi padre ya me estaría esperando en el taller. Sabía que se molestaría mucho pero yo necesitaba un respiro.
A mi paso por las calles del pueblo escuché lamentos:
«¡Otra vez me falta un zapato!»
«¡Demonios! ¡Me han robado de nuevo!»
«¡Malditos! ¡Se han llevado otro zapato!»
«¿Hasta cuándo sufriremos esto?»
Desde hacía un tiempo, todos nos habíamos visto afectados por el robo de zapatos, lo curioso es que nada más desaparecía uno, el izquierdo o el derecho, dejando a su compañero detrás. Yo mismo llevaba en cada pie un zapato de diferente estilo, pero correctos, y estaba de suerte, había gente que tenía que andar con dos izquierdos o dos derechos, lo que los hacía caminar de forma curiosa y algo incómoda.
El zapatero, mi padre, no se daba abasto, entre ambos tratábamos de reponerlos, mas los robos eran tan frecuentes que era imposible satisfacer la demanda.
Las voces se desvanecieron conforme me enfilaba al río. Recuerdo haber pensado en lo bien que me la pasaría pescando, alejado del taller donde las jornadas ahora eran más largas que lo normal. Me llamó la atención una bota de niño tirada a un lado del camino, me acerqué y más allá vi un borceguí, unos pasos adelante, una sandalia, era casi como si se hubieran estado cayendo de una bolsa y quien los llevara no se hubiera percatado.
Decidí ocultar mi caña de pescar y seguir aquel rastro, quizás pudiera yo esclarecer el misterio de los robos y con ello volver a tener tiempo libre para mí. Me interné en el bosque, debo confesar que iba un poco aprensivo, la gente creía que los responsables eran seres sobrenaturales: duendes, brujas o demonios.
El rastro de calzado se detuvo abruptamente, seguramente quien los llevaba se dio cuenta de que su botín pesaba cada vez menos. De repente, un fuerte empujón por la espalda me tiró al suelo, luego me taparon la cabeza con un saco mientras me amarraban de manos y pies. Me sentí levantado. Grité mucho, pero estaba lejos del pueblo y difícilmente alguien hubiera podido escucharme. Exhausto, guardé silencio y me concentré en lo que sí podía percibir. Me llevaban entre dos personas, lo curioso era el ritmo y movimiento, como si caminaran saltando. Me sentí algo mareado y el saco apestaba a ropa sucia.
En algún momento pararon, y sin miramientos, fui aventado al suelo y retiraron el saco. Al principio me costó un poco enfocar la vista, pero cuando lo logré no pude creer lo que veían mis ojos: Un pequeño grupo de personas extrañas me rodeaba, de la cintura para arriba eran normales, mas de la cintura para abajo solo tenían una pierna ¡Ahora entendía lo del robo de los zapatos!
Alguien se acercó dando saltitos, se trataba de un hombre algo mayor que a señas les pidió a los demás que se retiraran. Dos hombres jóvenes, una mujer, y un niño pequeño, se alejaron brincando. Él cortó las ataduras de mis pies dejando las de mis manos y me ayudó a levantarme. Me condujo a una cabaña hecha de troncos de árboles, no muy diferente de nuestras propias viviendas. Me indicó que me sentara y me ofreció agua. Como seguía atado, él me acercó un pocillo a los labios. Bebí hasta apagar mi sed.
—¿Qué… qué son ustedes? —dije con torpeza.
—No tenemos nombre —me miró fijamente.
—¿Qué les pasó?—. Su rostro esbozó una media sonrisa.
—¿Te refieres a que solo tenemos una pierna? —asentí.
—Una maldición. Es una historia larga, no tienes tiempo de oírla.
Sus palabras me inquietaron.
—¿Qué piensan hacer conmigo?
—Lo estoy pensando, muchacho. Mis hijos cometieron un error al traerte.
—¿Por qué nos roban los zapatos? —el hombre me miró con una expresión burlona, como diciendo: ¿en verdad tienes que preguntarme eso?
—Me refiero a… ¿Por qué no fabrican ustedes su propio calzado? Para nosotros es un verdadero problema lo que ustedes hacen. —El viejo se rascó la cabeza, coronada por una melena canosa y enmarañada.
—No sabemos hacerlos.
—Podríamos enseñarles —sugerí.
—Nadie debe vernos ni saber de nuestra existencia. Si nos encuentran harían un espectáculo con nosotros —en su voz se asomó la tristeza.
Recordé los circos itinerantes que de cuando en cuando pasaban por el pueblo, mostrando todo tipo de rarezas, desde tortugas de dos cabezas hasta enanos o gente deforme. El viejo tenía razón.
—Mi padre es zapatero y yo conozco el oficio, les puedo enseñar. A cambio deben prometer que nunca más nos robarán zapatos y por supuesto, liberarme. Juro que no revelaré nada sobre ustedes.
El hombre no dijo nada, pero mandó llamar a sus dos hijos y les ordenó que me consiguieran todo lo que yo les pidiera. Fue así como les enseñé a fabricar sus propios zapatos. Resultó que eran una familia, la esposa del patriarca era de lo más amable y cocinaba delicioso, los hijos, al principio, recelaban de mí, pero conforme nos fuimos conociendo me aceptaron y al final hasta nos hacíamos bromas. Me enteré de que robaban muchos zapatos porque no sabían si les quedarían o si les gustarían, así que tomaban un poco de todo. Ninguno quiso contarme acerca de la maldición que les había condenado a caminar en un solo pie. Les agradó poder hacer calzado a su gusto. Toda la familia aprendió, incluso el más pequeño de ellos, un niño de unos seis años, daba saltitos de felicidad mientras le enseñaba a darle los últimos toques a una bota. Parecía un frágil y excitado pajarillo.
Estuve con ellos un par de días. Me hicieron jurar solemnemente que no revelaría nada sobre su existencia y me agradecieron el COMPARTIR mis conocimientos, luego me volvieron a poner el saco en la cabeza, (que seguía oliendo tan horrible que me hizo estornudar). No me amarraron, pero me cargaron igual y me llevaron cerca de mi pueblo donde se despidieron. En mi cabeza los bauticé como «monópodos». Cumplí mi promesa y nunca hablé de ellos. En el pueblo cesaron los robos y todos pudimos relajarnos.
Autor: Ana Laura Piera
https://bloguers.net/literatura/el-misterio-de-los-zapatos-robados-relato-corto/
Bonito cuento, con final feliz. Nos hace comprender que no siempre las cosas son lo que parecen.
Muchas gracias por compartir esta historia.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a tí por leerla Joshua.
Me gustaMe gusta
Muy lindo cuento, alegra el leerlo e imaginarse las escenas con los monópodos haciendo sus zapatos, gracias por ella, un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a tí por leerlo, Themis.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Todo zapatero debiera conocer esta historia.:)
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias!
Me gustaMe gusta
Hermosa historia, ¿habrá algún baúl con infinidad de pies es su interior?
Me gustaLe gusta a 1 persona
Jajaja habrá que buscarlo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Excelente relato, me mantuvo pegado hasta el final.
pasare por acá de vez en cuando.
saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias!
Me gustaMe gusta
Que bonito, me encantó desde el principio y sobre todo el final, cuando uno enseña se siente satisfecho y el que aprende mucho mas. Abrazos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias!
Me gustaMe gusta
Que buen cuento, me gusta como reconduces el conflicto hacia una solución dialogada. El robo de zapatos se ha convertido en leyenda, si pierdo un zapato le echaré la culpa a los monópodos.
Un abrazo
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Ángel! Saludos!
Me gustaMe gusta
Bonito cuento. Y la palabra elegida para destacar COMPARTIR de lo más apropiada. En el cuento se comparte la tristeza que ellos sobrellevan a causa de la maldición y los conocimientos que el protagonista del cuento tiene.
Abrazos.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muchas gracias por comentar!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Maravilloso, Ana!
Preciosísimo cuento el que me has regalado como primera lectura de esta noche.
Es una fantástica fábula para contar a los pequeñines, de altura y de corazón, y enseñar y promover la espléndida palabra que has elegido como MAYÚSCULA.
Por un lado el chico protagonista nos da una admirable lección con la aceptación del diferente y por otro, al compartir los conocimientos, alecciona sobre la integración.
¡FANTÁSTICO! Enhorabuena.
Muchas gracias por regalarnos estas historias para el VadeReto.
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Hola Jasc! La verdad fue un gusto hacer el relato, gracias por ponernos estos retos que como ya te he dicho antes nos revolucionan la imaginación. ¡Un abrazote!
Me gustaLe gusta a 1 persona
El personaje tuvo una buena idea, supo tratar con esa gente.
Bien contado.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué cuento más bonito! Una historia ficticia pero con un mensaje claro, no debemos juzgar por las apariencias y debemos respetar las diferencias. Me ha encantado leerlo, Ana! Felicidades!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por leerlo y comentar, creo que sí tiene su mensaje positivo después de todo. Saludos.
Me gustaMe gusta
Original cuento el de tus «monópodos» y muy bien elegida la palabra. Decides compartir y todo son ganancias. Saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola José, al menos en este relato, no hay tragedias. Gracias por comentar, saludos.
Me gustaMe gusta
Gracias Ana, por acá sobrevive un antiguo pueblo al que decían los patones cuyo origen acabas de explicar en un excelente relato. Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Preciosa historia, Ana.
Nos regala esperanza sobre un mundo mejor y posible.
Un saludo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muchas gracias por pasar y por tu comentario, saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un cuento muy bonito, cerrado con esa palabra tan necesaria: compartir. El protagonista comparte y acepta. Nos iría mejor a todos compartiendo con los demás y aceptando las diferencias. Un abrazo y enhorabuena.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por leerlo y comentar. Hermosa tu reflexión. Saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bellísimo Ana, el robo de los zapatos, la familia que no sabe fabricarlos… Un entramado muy bien elaborado. Un placer leerte. Saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchísimas gracias, saludos.
Me gustaMe gusta
Hola.
Realmente, el susto fue tremebundo pero nadie llevaba intención de hacer daño. Hablando se entiende la gente y compartiendo conocimientos siempre se gana porque nos enriquece.
Una historia sencilla, con toques de diversidad y ganas de entenderse.
Un beso.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por pasar y comentar, saludos.
Me gustaMe gusta
Un texto hermoso tanto en forma como en argumento. Me quedo con lo de los monópodos, ya conocía a los artrópodos, y esta nueva raza y familia me sirve para el álbum de los seres asombrosos..
Un abrazo grande
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias Dr. Krapp, saludos.
Me gustaMe gusta
¡Precioso cuento, Ana! Mi abuelo era zapatero, así que tu cuento me trajo imágenes preciosas.
Es un relato que contaré a mis sobrinos porque me encantó. Por un lado, el niño nos da una lección sobre la aceptación de los diferentes. Pero además, al compartir sus conocimientos, nos enseña algo sobre la integración.
Muchas gracias por tu relato Tigrilla. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué bueno que te guste y me halaga que digas que lo compartirás con tus sobrinos, espero les guste también. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Ana. Me encantó el relato. Lo disfruté mucho. Un abrazo 🐾
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Qué bonito cuento! Cuánta ilusión da leerlo, además de que representa.lecciones. Que vivan los «monópodos», y poder verlos simplemente como diferentes, sin discriminación alguna.
Saludos!
Me gustaLe gusta a 1 persona