La Última Búsqueda.

Photo by Becerra Govea Photo on Pexels.com

El viajero de mil caminos se dejó caer en espera de la Muerte, la deseaba. Anhelaba que esta llegara y pusiera fin a su sufrimiento. No lo atormentaba el dolor físico de su cuerpo, maltrecho por tantas jornadas. Le dolía no saber qué sigue tras exhalar el último aliento.

Después de visitar todos los continentes, entrevistarse con sabios y consultado oráculos sin obtener respuestas, lo entendió. Solo ella, que está presente en el instante en que todas las miradas se apagan y que observa, como lo haría una madre, esos primeros y vacilantes pasos hacia el umbral desconocido, podría borrar su ignorancia.


Mucho la había esperado, pero esta dama no llega a capricho nuestro, sino en sus propios tiempos, y a veces, coqueteando con nuestros deseos, nos deja esperando, y otras se aparece de improviso cual intruso en la noche que se sienta a nuestra mesa sin ser invitado.

Gruesas lágrimas de alegría rodaron por las secas mejillas del viajero cuando la vio llegar, engalanada como para un baile. Ella abrió su boca desdentada y oscura. «¡Por fin!, el secreto a punto de ser revelado» —pensó—. Pero de esa boca de tinieblas no salió ni un sonido, solo señaló con su huesudo dedo el tiempo pasado. Él vio toda su vida en un segundo, y entendió que su existencia, con todo lo bueno y con todo lo malo, había sido plena. Ahora conocería los misterios y la plenitud de la muerte, privilegio exclusivo de los que ya no deambulan por la tierra.

Inició su último viaje del brazo de aquella dama, y mudos los dos, atravesaron el abismo.

Autor: Ana Piera

EL VIAJERO DEL TIEMPO

Haz clic en la imagen para visitar el Tintero de Oro, también puedes participar.

Le bastaba con pensar en una fecha y lugar y la esfera programaba las coordenadas de destino. Así, Sindri viajó por el universo utilizando atajos en el espacio-tiempo, sistema perfeccionado en el año 3050.

Destino: Roma, noche del 24 de diciembre, año 50 a.C.
Era la celebración de las Saturnales, las fiestas paganas en honor a Saturno, el dios de la agricultura. Antes de salir de la esfera, imprimió la vestimenta propia de la época: túnica y toga, para no desentonar.

La ciudad estaba engalanada con adornos y luminarias. Sus habitantes, jubilosos por no tener que regresar más a los campos, se entregaban a los placeres; corría el vino y la comida en abundancia. Se unió a una de las fiestas callejeras, patrocinada por un hombre rico llamado Gayo Pompeyo. Tras el banquete, Gayo lo llevó a su lujosa villa donde fue testigo del intercambio de regalos entre familiares. Le propusieron quedarse esa noche y celebrar el día 25 el «Natalis Solis Invicti», fiesta asociada al nacimiento del dios Apolo. Amablemente, declinó y se despidió de los anfitriones. En un lugar solitario llamó con el pensamiento a la esfera. Dentro de ella dictó algunas observaciones:

«Con esta visita confirmo que esta tonta tradición que ha perdurado hasta nuestros días tiene orígenes paganos».

Belén, noche del 24 de diciembre, año 6 a.C. *
Salió vestido de pastor, pero no encontró a ninguno pues hacía demasiado frío para sacar al rebaño a pastar. Regresó feliz al vehículo, donde calentó su aterido cuerpo y dictó: «El nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre es una falacia y lo hicieron coincidir con una fiesta pagana. Debió nacer en primavera o verano».

Ahora la esfera buscaría gente emparentada con él, en diferentes épocas. Les visitaría y trataría de disuadirlos de celebrar algo que no resistía un mínimo de análisis histórico.

Londres, 24 de diciembre, 1860:
Con abrigo y sombrero de copa Sindri parecía un londinense más. Buscó la dirección de su parentela, sin éxito. Contrariado fue a sentarse en un banco. No había mucha gente, la mayoría ya estaban en casa para la tradicional cena. Una mujer iba muy apurada y al verle solo, le ofreció pasar la noche con su familia. Aceptó. Dentro de la casa cuatro niños revoloteaban alrededor de un árbol ricamente adornado. El marido, un hombre agradable, le convidó una bebida con vino, frutas y canela, para el frío. La cena fue abundante y deliciosa, antes del postre todos abrieron un paquetito personal, jalando de unos cordones en los extremos; al hacerlo saltaban regalitos en medio de una pequeña explosión que lo sorprendió e hizo que todos se desternillaran de risa. Su obsequio fue una nota que le deseaba buena fortuna. Acabada la cena se despidió, desconcertado por lo agradable de la velada. Hubo alusiones cristianas, pero más que nada se trató de una fiesta familiar. Era hora de regresar a la esfera.

Londres, 24 de diciembre, 1941:
Esta vez sí encontró la dirección. Le abrió una mujer de rostro triste, quien explicó que el hombre que buscaba, su esposo, estaba en el frente de batalla. Sindri fue invitado a cenar. No había árbol ni decoraciones ostentosas. La comida era escasa, aun así la compartieron con él, cosa que lo conmovió. Hubo una oración de agradecimiento y pidieron por la seguridad del padre ausente. Observó que los hijos, dos traviesos pelirrojos, no recibieron regalos. Regresó al otro día con algunas cosas impresas en su esfera: ropa para toda la familia y juguetes. Jamás olvidaría aquellos rostros de gratitud.

Decidió que haría una última parada, su celo por acabar con la tradición navideña en la familia se desvanecía. No había tenido corazón para aguar los festejos de nadie con sus diatribas. La fiesta despertaba sentimientos y actitudes nobles en todos, ¡incluso en él mismo!

México, 24 de diciembre, 2033. Sus parientes vivían en un precioso rancho de la Sierra. Gente hospitalaria, lo acogieron también.

Esta vez sí se animó a soltar los datos recopilados en sus viajes por el tiempo, sin revelar que él venía del futuro, y cuestionó la validez de la celebración. El patriarca de la familia, Don Artemio, lo miró con interés y le dijo que no importaba si no había rigor histórico. «El asunto es que nació y esta fiesta conmemora ese día». «¿Y qué me dice de los orígenes paganos de las fechas?» El hombre se encogió de hombros con esa sencillez de la gente que no se complica mucho. Luego lo invitó a bajar al pueblo para ir a repartir regalos y comida a la gente más desfavorecida. Hicieron una escala en la iglesia donde su anfitrión insistió en entrar unos minutos. Esto último incomodó a Sindri pero se resignó. Más tarde, el rancho se llenó de parientes y nuevamente una grata atmósfera familiar lo envolvió todo con abrazos, risas, brindis y mucho tequila.

Dictó sus últimos apuntes: «He decidido no perseguir ya mi idea de desterrar la Navidad. Entiendo ahora que más allá de lo que se celebra, estas fiestas sirven para unir a las personas, sacar lo mejor que hay en ellas y eso por sí solo bien vale la pena el festejo». Con una sonrisa el viajero del tiempo pensó en la noche de Navidad del año 3050 y regresó a casa, a tiempo para unirse a la celebración.

891 palabras

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

*Nota:

«Ateniéndonos al registro de Flavio Josefo y a las repetidas menciones al rey Herodes, es más seguro tomar como referencia válida la que señala el nacimiento en vida de este rey y, por lo tanto, situarlo alrededor del año 6 a.C. La fecha incorrectamente considerada como año 1 fue establecida -ya fuera por accidente o intencionadamente- en el siglo VI por un monje bizantino llamado Dionisio el Exiguo, quien diseñó un nuevo sistema de datación de los años para separar la era pagana de la cristiana: el Anno Domini -“año del Señor”, es decir, del nacimiento de Jesús-, en sustitución de la datación romana ad Urbe condita -“desde la fundación de la ciudad”, es decir, de Roma.» fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/que-ano-nacio-jesus-segun-historia_15207

https://bloguers.net/literatura/el-viajero-del-tiempo/