
Recibió por mensajería la muñeca sexual cuya publicidad prometía «realismo extremo». Con cuidado, casi con veneración, la sacó del empaque. Tal como la había pedido, era asiática, con hermoso pelo castaño, grandes y exuberantes pechos, cuerpo elástico, piel hiperrealista con pliegues y protuberancias internas muy prometedoras… La enchufó a la corriente para que se cargara y actualizara un software con el que podría hablar con su dueño. Mientras tanto, él pacientemente preparó todo para el primer encuentro: música suave, luz de velas, whiskey y el mejor lubricante a la mano.
En cuanto pudo activarla, la muñeca cumplió lo prometido: era tan real que enseguida le dijo que solo lo quería como amigo.
Autor: Ana Laura Piera Amat / Tigrilla