Mi participación en el microrreto del blog El Tintero de Oro. Requisitos: que aparezca un cadáver en un ascensor y de máximo 250 palabras.
Debo reconocerlo, siempre fui débil y sensual y me entregaba sin empacho a los placeres furtivos. Eso no cambió al casarme y ante los dramáticos reclamos de Ester, mi fuerza y autoridad hacían que se replegara. Llevarle casi veinte años tenía sus ventajas.
Poco antes de cumplir setenta intuí que las cosas cambiaban. Mientras ella aún estaba en la flor de la edad madura, yo ya necesitaba ayuda para todo. Ahí comenzó su asedio brutal hacia mi persona con indudable sabor a venganza. Confieso que nunca lo vi venir.
Con el cuerpo en franca retirada de esta vida, no hay mucho que pueda hacer para enfrentarla. He propuesto que nos divorciemos y se ha reído. Sé que encuentra placer en ver mi decadencia y sufrimiento.
Los micro infartos y los disgustos se van sucediendo a diario, los primeros, los mitigo con una pastilla sublingual que me hace sentir mejor en minutos, pero anoche tomé una decisión.
Reconozco el dolor y no me tomo el medicamento. Trato de salir lo más calmadamente del departamento y me enfilo con paso vacilante al elevador. Haciendo un esfuerzo, manoteo tratando torpemente de pisar el botón y cuando las puertas se abren me precipito dentro de ese espacio, milagrosamente vacío de gente, e iluminado con luz neón. La punzada en el pecho es intolerable, me derrumbo y la frialdad del piso es de las últimas sensaciones que percibo. Me estoy muriendo, pero no le daré a la maldita la satisfacción de verme agonizar.
248 palabras.
Autor: Ana Laura Piera
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