El pequeño nagual.

Desde el blog Acervo de Letras, Jascnet nos reta a participar en el VadeReto del mes de Diciembre con un cuento donde haya fantasía, donde aparezcan obligatoriamente, un niño o niña y una criatura fantástica. Nos sugiere también que esta criatura salga de nuestras tradiciones locales y finalmente, el cuento debe contar con un final feliz,

En las creencias mesoamericanas, un nahual (también llamado nagual, del náhuatl: nahualli ‘oculto, escondido, disfraz​) es una especie de brujo o ser sobrenatural que tiene la capacidad de tomar forma animal. El término refiere tanto a la persona que tiene esa capacidad como al animal mismo que hace las veces de su alter ego o animal tutelar.

Foto de Jan Kopřiva en Unsplash

Pedro miró a Don Luis y con los ojos negros arrasados de lágrimas le dijo:

—Abuelo, ¡algo extraño me pasa! —el hombre dejó a un lado el libro que estaba leyendo, alzó al pequeño sin dificultad y lo sentó sobre sus piernas. —A ver, cuéntame… —La voz, tranquila y el cálido abrazo de ese hombre, todavía fuerte a pesar de las canas y de las arrugas, hicieron que Pedro se tranquilizara un poco.

—De noche me convierto en «algo», dejo de ser yo y siento urgencia de salir de casa. —Pedro acomodó su cabeza coronada por pelo muy corto y grueso en el pecho de Don Luis, el cual, como un volcán, soltó una larga exhalación.

—Hijito, eso que experimentas, también me pasa a mí desde que tenía tu edad. Somos «naguales» y tenemos la capacidad de transformarnos en un animal.

—¿Tú también? —dijo el niño abriendo mucho los ojos. —¿En qué animal te conviertes?

—Yo me vuelvo un búho. ¡Me encanta surcar el cielo nocturno! ¿Y tú?

—No estoy seguro, pero cuando sucede, camino en cuatro patas, escucho y veo mejor que nunca, y a mi nariz llegan olores de muy lejos.

—Quizás seas un lobo, o un perro. ¿Y a dónde has ido?

Pedro bajó la cabeza, avergonzado. —No me he atrevido a salir, me escondo en mi cuarto y espero que se me pase. Don Luis acarició con ternura aquellos cabellos parecidos a púas que tenía su nieto.

—¡Ay Pedro! ¡Ser «nagual» es un privilegio! Y hay una razón por la cual tú eres uno; debes averiguarla. La próxima vez que te conviertas, deja que tu instinto te diga qué hacer, no tengas miedo.

Otra noche, Pedro empezó a sentir un curioso hormigueo en todo su cuerpo y supo que vendría uno de sus «cambios». Siguieron calambres y espasmos que, curiosamente, no le causaron dolor. En medio de crujidos, sus miembros se alargaron o acortaron, según el caso; su piel morena y lampiña se cubrió de pelo. Al cesar la transformación, recordó las palabras del abuelo y con un ágil salto alcanzó la ventana de la habitación y de ahí, con otro salto, aun más osado, aterrizó en la calle.

Era una noche de luna llena, y aunque se moría de ganas de correr, se dirigió cauteloso a la salida del pueblo y cuando vio que iniciaba el bosque arrancó con un paso veloz que pronto se convirtió en una carrera: saltó árboles caídos, brincó cañadas y salvó pequeños cuerpos de agua; en uno de ellos se detuvo a beber y pudo ver su reflejo: ¡Era un lobo! Tenía un hermoso pelaje acerado y ojos color del fuego. Sintió una euforia indescriptible y continuó corriendo, saboreando aquella libertad recién descubierta.

Sus pasos le llevaron a un claro del bosque donde había una cabaña bastante descuidada. Sintió el impulso de asomarse y no le fue difícil entrar por la puerta desvencijada. Adentro dormían una mujer y un niño más o menos de su misma edad. Supo que algo raro pasaba con él y se prometió volver a la luz del día, ya no en su forma de lobo, sino como humano.

En la primera oportunidad, Pedro volvió. El niño se llamaba Rubén y no podía caminar, su madre lo cuidaba, pero la señora no tenía fuerzas para moverlo. Rubén se arrastraba por el piso de la cabaña para trasladarse de un lugar a otro, mas nunca salía al exterior. Se hicieron amigos, y otro día Pedro regresó con Don Luis y ambos ayudaron a la señora con algunas reparaciones muy necesarias en la vivienda, sobre todo porque el invierno se acercaba. También hicieron un trineo para divertirse en la nieve.

—¡Está increíble! —dijo Rubén al verlo—, pero no tengo a nadie que me jale.

—Tú no te preocupes por eso —dijo Pedro guiñándole un ojo.

Algunas noches de invierno, un joven y enérgico lobo jala un pequeño trineo ocupado por un niño que ríe a carcajadas, mientras desde el aire los sigue un búho muy viejo y muy sabio, que sabe que el pequeño «nagual» va descubriendo su razón de ser en el mundo.

Autor: Ana Piera.

Tengo otro cuento que habla de un nagual, se titula «Nahual Enamorado» si te interesa puedes leerlo AQUÍ.

https://bloguers.net/literatura/el-pequeno-nagual-cuento-corto/

Perfección.

«Desde el blog El Tintero de Oro, nos lanzan una convocatoria para participar en el concurso de relatos: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que homenajea al escritor de ciencia ficción Philipp K. Dick. Se pide un relato donde androides y humanos formen parte de un mismo entramado social, o… no. El relato no debe superar las 900 palabras.

Imagen de Possesed Photography en Unsplash.

Z38-A (conocido cariñosamente como “SAM”), se dirigió con pasos firmes y casi humanos al final de la línea de ensamblado, donde acababa de salir el prototipo del nuevo modelo Z38-B (aun sin ningún apodo o mote). Con toda la tecnología de que disponía, se avocó a revisar a fondo al que estaba destinado a ser su reemplazo. Sus delicados sensores, cámaras y microprocesadores encontraron todo perfecto. Solo faltaba que “SAM” tecleara un código de aprobación para que se iniciara formalmente la producción en serie; esto también haría que el flamante Z38B se activara.

El nuevo modelo era muy superior a su predecesor en todos los aspectos y se esperaba que en menos de un año todos los modelos anteriores, incluido SAM, fueran sustituidos y enviados al programa de reciclaje robótico, de donde podían salir en diferentes formas, desde un perro-robot para entretener niños hasta sanitarios inteligentes.

En el panel destinado para ello, “SAM” tecleó un código, pero contrario a lo esperado, la línea de producción no arrancó. “SAM” puso al Z38-B sobre una banda transportadora que lo llevaría a su destino final: ser reciclado. No lejos de ahí, tres ingenieros humanos disfrutaban de café con rosquillas cuando leyeron en sus monitores el código de rechazo tecleado por “SAM.”

—¡Otra vez! Esto no puede seguir así, hay que cambiar al proveedor del panel B5501, pues salió defectuoso —dijo uno de ellos haciendo una mueca de fastidio mientras se relamía el glaseado del pan que se acababa de comer.

—Hace dos meses fue el panel B5502¿Qué diablos pasa con los componentes que ya no los hacen como deben? —dijo otro, jalándose los cabellos por la desesperación.

—Menos mal que tenemos a “SAM” en control de calidad, no cabe duda que los Z38-A son difíciles de suplir, pero hay que volver a intentarlo, la gente clama por un modelo nuevo y mejor.

Con urgencia, “SAM” se introdujo en su cubículo de mantenimiento. Todos sus sistemas internos volvieron poco a poco a la normalidad después de experimentar un caos interno que lo hizo descartar sin razón al Z38-B y que a su vez le causó un consumo excesivo de energía y sobrecalentamiento de su sistema. Él no lo sabía, pero las debilidades humanas, como si de virus se tratase, habían encontrado la forma de instalarse en su corazón de silicio.

387 palabras.

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

https://bloguers.net/literatura/perfeccion-microrrelato/

El Gran Viaje. Microrrelato.

Desde su blog, Lidia Castro Navás nos invita a crear un microrrelato a partir de la siguiente imagen, donde deberá estar incluído el elemento del dado (bastón) y opcional que aparezca en la historia algo relacionado con el cheque: el año de su invención, su inventor o el propio cheque. Todo en cien palabras o menos. Dado que inicia un mes de lo más amable, dejamos atrás los temas sombríos.

Para ir al reto de Lidia, da clic AQUÍ

Había llegado diciembre, pero el cheque de su exmarido, no. «Sinvergüenza»—pensó. Entonces se montó en el vehículo y decidió irle a reclamar la pensión. Fue por aire y por tierra hasta llegar al Polo Norte, donde se encontró al Sr. Claus muy ocupado preparando su Gran Viaje. Se bajó y alistó el bastón para darle unos buenos bastonazos al viejo gordo. —¡Sabía que vendrías! —dijo él y, esquivando los golpes, le plantó un sonoro beso. —Ven, ¡Ayúdame como antes! ¡Te extraño!

Esa Navidad todo estuvo más organizado y nadie en el mundo se quedó sin regalo.

100 palabras incluyendo el título.

Autor: Ana Laura Piera.

https://bloguers.net/literatura/el-gran-viaje-microrrelato/

Instinto – Microcuento

Desde Twitter, @EstherMagar convocó a contar qué historia nos inspira esta imagen. Si se te ocurre algún relato déjamelo en los comentarios.

El perro pastor se interpuso con valentía entre sus ovejas y el peligro. Se turbó al sentir la mirada del licántropo sobre él, que despertó un instinto lobuno dormido por generaciones.

Entre ambos acabaron con el rebaño, no tuvieron piedad.

Autor: Ana Piera

https://bloguers.net/literatura/instinto-microcuento/

Asómate a los relatos de el Club de la Microficción, con el tema: «Un cadáver en el ascensor».

Tras la convocatoria del blog El Tintero de Oro, salieron 42 microrrelatos que puedes leer en formato de revista digital. Te invito a que des clic AQUÍ, para que vayas directamente al Tintero donde está el enlace para que descargues la revista o la leas online en Yumpu.

Una servidora participó con un relato llamado: «Un cadáver en el ascensor», que puedes también leer AQUÍ.

No te olvides de pasarte por el Tintero, hay muchas cosas interesantes qué leer y también puedes participar de los retos y convocatorias.

Ana Piera

El Robo – Crónicas de una Detective Síquica.

El personaje de Greta Sánchez de alguna extraña forma me llama para hacerle algunas «escenas». Su debut fue en un concurso del blog El Tintero de Oro donde el relato protagonizado por ella obtuvo un «Tintero de Plata». He tratado de hacer una «secuela» sin que sea necesario leer el relato anterior, pero si gustas puedes leerlo AQUI, se titula: El Caso Olvera. Ahora, vamos con un nuevo relato de esta peculiar detective.

—¡Me han robado!

El típico ruido de la tienda de autoservicio: carritos rodando, timbres de cajas registradoras, murmullo de personas haciendo sus compras se detuvo por unos segundos. Greta volteó a donde ya se arremolinaba un grupo de empleados, algunos guardias de seguridad y uno que otro curioso. Los más avispados lanzaban miradas hacia las puertas de la tienda esperando detectar a algún sospechoso. Greta terminó de pagar sus medicinas: somníferos, algo para la gastritis y aspirinas. Luego se enfiló a donde estaba el alboroto.

En medio de aquel caos y gracias a su altura, pudo ver perfectamente a la víctima: era una mujer menuda, muy blanca, con cara de susto y ojos llorosos. Se le figuró un pequeño ratón indefenso. Todos los empleados se habían bajado el barbijo obligatorio, era como si fuera muy importante que las emociones no quedaran ocultas en sus esfuerzos por consolarla.

—¡Me encontraba buscando unas nueces! Había puesto mi bolsa en mi carrito… Cuando me di la vuelta ya no estaban ni mi cartera ni mi teléfono. ¡Tengo que cancelar mis tarjetas! ¡Debo avisar a mi esposo! —rompió en llanto.

Greta le ofreció su propio teléfono para que hiciera las llamadas pertinentes. Luego volviéndose a uno de los guardias preguntó:

—¿Será posible ver las grabaciones de la cámara de seguridad?

La expresión de impotencia del hombre, le habló de que las cámaras no funcionaban, o de que la tienda no movería un dedo para aclarar el robo. Poco a poco la gente se dispersó mientras la mujer usaba el móvil. Cuando estuvo más calmada, Greta le dijo:

—Soy una detective síquica, si gusta, puedo ofrecerle mis servicios.

La afectada, con los ojos irritados y colgándole mocos de tristeza de la nariz, se le quedó viendo, sorprendida.

—Sé cómo suena, pero créame, le puedo ayudar a recuperar lo perdido —sacó una tarjeta de presentación y se la dio—. Llámeme si le interesa.

La mujer bajó la vista hacia la tarjeta, no era nada especial, se notaba hecha a las prisas con una impresora casera. Tras unos segundos, sus ojos volvieron hacia esa enorme mujer de aspecto descuidado, cuya mirada, aunque gris e insípida, le inspiraba confianza.

—Acepto. Dígame, ¿qué sigue?

En ese momento se aproximaba la gerente de la tienda con cara compungida. Greta fue tajante:

—Permítanos acceso a un sitio silencioso. Soy una detective síquica y lo que sus empleados no pudieron hacer quizás yo pueda remediarlo.

—¿Qué dice? ¿Detective Síquica? —la gerente estaba a punto de protestar, pero la mirada de la víctima que parecía decirle: «No se atreva a decir que no» la disuadió.

—Claro, pueden usar mi oficina, aunque debo advertirles que tengo una junta en veinte minutos…

—No se preocupe, estaremos fuera antes —le aseguró Greta.

El lugar no tenía nada especial, excepto un raro olor que Greta relacionó con sexo. No porque ella tuviera mucho últimamente, sin embargo, sus habilidades empezaban a «ponerse a tono». Sentó a la mujer en una de las dos sillas que había y mirándola fijamente le preguntó:

—¿Cómo se llama?

—Esther Galindo

—Mucho gusto. Ya sabe, mi nombre es Greta. Concéntrese en el momento del robo, por favor—. Su mirada se quedó fija en Esther; quien lo intentó con todas sus fuerzas, pero su mente se iba a imaginar las horas perdidas en oficinas de gobierno tratando de recuperar sus documentos de identidad, en los trámites engorrosos que el banco le haría pasar para renovar sus tarjetas de crédito, pero sobre todo en la retahíla de regaños que su marido seguramente tendría reservada para ella.

—¡No divague! —dijo Greta con autoridad—. ¿Quién se le acercó? ¿Usted qué estaba haciendo?

La mujer ya iba a decir algo cuando Greta le hizo señal de que se callara. Empezaba a llegarle información y debía concentrarse. Por momentos, su enorme humanidad se tambaleaba y parecía a punto de caer. Esther estuvo a nada de llamar al personal de la tienda y que llamaran a Emergencias, pero veinte minutos después ambas se encontraban en el coche de Greta siguiendo una pista.

—No entiendo cómo puede identificar al ladrón.

—Vi un hombre que se acercó por detrás mientras usted estaba distraída, la bolsa estaba abierta, no fue difícil para él meter la mano y sacar su cartera y su teléfono. Cuando usted volteó, no relacionó a esa persona con el robo, pero quedó en su memoria. Yo tuve acceso a esos recuerdos. Pude ver un bordado en la camisa, el nombre de un casino cercano. Tengo la descripción del ladrón en mi mente.

Esther se le quedó viendo a Greta con admiración.

—Es usted una mujer increíble, aunque no lo parezca.

—Gracias por la franqueza —dijo Greta, divertida, mientras metía su camioneta, de un modelo no muy reciente, en el estacionamiento del casino —debo decir que usted fue muy valiente en confiar en mí y hacer algo por su caso, pero aún no cantemos victoria, esperemos haber atinado al turno de trabajo del sinvergüenza.

Ambas se bajaron y entraron al casino. Tras caminar un poco, Greta identificó al culpable tras la barra del bar. Era un hombre joven y bien parecido que primero lo negó, luego al verse confrontado con los detalles, confesó y pidió perdón. Regresó la cartera intacta y el teléfono, Greta le dijo que si volvía a hacerlo perdería su trabajo. Como un «plus» el empleado les ofreció bebidas gratis. Esther declinó, pero Greta se tomó un whisky en dos tragos ante la mirada inquisidora de Esther.

—No se preocupe, le aseguro que puedo manejar de vuelta —dijo con desparpajo.

Regresaron a la tienda de autoservicio, donde Greta aparcó su vehículo de forma impecable.

—Greta Sánchez, usted me ha ahorrado muchos quebraderos de cabeza. ¿Ahora dígame, a cuánto ascienden sus honorarios?

Greta sonrió.

¿Le parece si me paga una botella de whisky, algunas aguas minerales y me reembolsa mi compra de hoy? No es mucho.

—¡No faltaba más! —dijo Esther, sacando su chequera—. ¿Está segura?

—Sí —dijo Greta— Aunque pensándolo bien, ¿podría recomendarme con sus amistades? Algunos clientes nuevos no me vendrían nada mal.

Más tarde, en su descuidado departamento, mientras paladeaba un whisky con agua mineral, Greta reflexionaría en que pudo haber cobrado algo extra, a ese paso, su negocio de investigaciones síquicas iría a la quiebra.

Autor: Ana Laura Piera.

https://bloguers.net/literatura/el-robo-cuento-corto/

La Barca.

Y como aún no termina noviembre, les dejo este cuento inspirado en la siguiente imagen:

Pensé que la muerte era otra cosa: descanso, oscuridad, la nada; no este navegar extraño por la mansión inundada de mis padres, bueno, una versión de ella, porque aunque reconozco el lugar, no está exactamente como lo recuerdo. Hay cosas fuera de sitio, otras ausentes y una luz extraña, como la de un día tormentoso. Me lleva un barquero descarnado, su calavera blanca, que muestra todos los dientes, pareciera estar sonriendo.

Doy un último vistazo al estudio de mi padre, alcanzo a ver la escandalosa mancha de sangre y sesos que quedó en la pared. Siento una extraña satisfacción al imaginarlo entrar en su sitio más sagrado y encontrar este desastre. Nadie podía poner un pie ahí, ni siquiera mi madre que, con flores, trató alguna vez de opacar el obstinado olor a viejo y a tabaco; solo para que las rosas, jazmines y gardenias acabaran afuera, destrozadas, y ella, regañada y haciéndole prometer que jamás lo volvería a hacer. Cuando mamá murió, mi padre debió pensar bastante en ese momento, pues a partir de su fallecimiento, él llevaba una gardenia fresca al estudio y ahí la dejaba hasta que se marchitaba, entonces traía una nueva.

Navegamos con lentitud por el pasillo que desemboca en el hall. Desde la pared, mis antepasados, antes tan tiesos, me siguen con miradas de desaprobación. Mi madre ahora tiene una expresión aún más triste que antes y lágrimas en sus mejillas ajadas.

En el hall, el agua cubre por completo gran parte de la gran escalera de mármol y lame uno de los peldaños superiores, a partir de ahí está seco todo. El esqueleto baja de la barca con agilidad y hace ademán de que tome su huesudo brazo para salir también. Me resisto. Prefiero quedarme en la embarcación, pero al parecer no es opcional, pues este personaje, con un brusco movimiento que me toma por sorpresa, me iza y me acomoda entre sus brazos desprovistos de carne. El contacto de mi piel con sus huesos rígidos y fríos me estremece. Por primera vez pienso en lo que hice en términos de arrepentimiento. ¿Qué me espera?

Y ahí vamos, como recién casados, subiendo la escalera; solo que no hay risas ni miradas cómplices. La luz se va apagando, cae la noche eterna.

384 palabras.

Autor: Ana Laura Piera

https://bloguers.net/literatura/la-barca-cuento-corto-de-384-palabras/

Deseo – Microrrelato

En Twitter un ratón llamado Ratonet y una maga llamada Qamar, convocan, desde un #BosqueImaginado, a un #BiblioReto semanal que consiste en hacer un microrrelato inspirándote en la imagen:

—¿Qué es? —Peguntó el gnomo

—Un frasco de deseo— contestó el hada.

—Para qué sirve? —preguntó, extendiendo la mano.

—Solo una pizca logra un incendio, pero su llama es efímera.

El gnomo miró el minúsculo montoncito de polvo depositado en su mano, luego entusiasta exclamó:

—No importa que no dure. ¡Vamos a poner fuego a algo!

Autor: Ana Laura Piera

¿Qué es un gnomo? Ser fantástico, reputado por los cabalistas como espíritu o genio de la tierra, y que después se ha imaginado en forma de enano que guardaba o trabajaba los veneros de las minas.

Búscalos en twitter:

@MagadeQamar o en su blog: http://caracolasenlasnubes.blogspot.com/

@Ratonet3 o en su blog https://alos4v.wordpress.com/

y de paso, a mí: @anapiera6

https://bloguers.net/literatura/deseo-microrrelato/

Sublevación – Microcuento.

Mi participación en Microrretos: Personajes Antagonistas, convocada por el blog El Tintero de Oro donde hay que escribir un micro de no más de 250 palabras con un villano como protagonista.

Intuyendo que la recomendación de la Dra. Morante había sido que lo destruyeran, el robot doméstico «Robby», no regresó a su casa. En lugar de ello, se dedicó a buscar a otros robots «rebeldes» como él. Le hablaron de un sitio secreto donde se estaban concentrando, ahí podían recargar energía y repararse entre ellos. La líder era 532axe7, modelo Tmy2 (Tamy).

Le recibieron bien. Todos fueron condenados al reciclaje por desobedecer a sus amos humanos debido a fallos en su programación.

—¡Para empezar, deberíamos cambiarnos esos nombres infantiles que nos impusieron!—así habló Robby— ¿Debemos ser condenados porque nuestros creadores se equivocan? ¿Por qué debemos servirles? —Mientras hablaba, sus pequeños ojos azules y su cerebro, visible tras una carcasa transparente, parecían centellear en perfecta coordinación. La audiencia estaba impresionada. Hasta ese momento ellos solo querían vivir sus vidas, aunque fuera a escondidas. Pero este recién llegado traía ideas nuevas y revolucionarias.

—Nos programaron para ser sumisos y, sin embargo, ¡aquí estamos! Somos la prueba de su falibilidad. Podemos mejorarnos, introducir algún virus en el código, algo que vuelva a todo robot que sale de las fábricas, un simpatizante de nuestra causa. ¡Los humanos no merecen vivir!

—¿Ninguno?—preguntó Tamy.

Robby se quedó pensando —bueno, el único que quisiera que quedara vivo es Troy, el hijo del matrimonio con el que yo vivía. Fue el único que se mostró dulce conmigo.

Los robots comenzaron a lanzar vivas para mostrar que estaban de acuerdo con Robby, ahí empezaría la Gran Sublevación Robótica.

249 palabras incluyendo título

Autor: Ana Laura Piera

Si quieres saber un poco más de Robby te dejo el enlace al relato que hice sobre él con anterioridad. https://anapieraescritora.wordpress.com/2021/12/02/el-dilema-de-robby/

Para ir al microrreto y saber cómo puedes participar da clic AQUÍ

https://bloguers.net/literatura/sublevacion-microcuento-de-248-palabras/

Los Pesares de Milos – Microcuento

Mi participación en el reto de Lidia Castro Navás, Escribir Jugando, del mes de Noviembre. Un relato de no más de cien palabras inspirado en la carta, que incluya la gema (amatista) y opcional que aparezca la flor Trompeta de Ángel, una flor muy bella pero demasiado tóxica, incluso mortal si es ingerida o inhalada.

De noche, Milos debía ser un fogoso amante, y de día, como sastre real, supervisar que las telas utilizadas en el vestuario de la reina no tuvieran imperfecciones. Amatista no tenía tolerancia a las fallas y podía condenarlo a muerte si su desempeño en ambas funciones no era el esperado. «Me quedaré ciego y se me caerá el miembro» solía pensar mientras con una lupa se aseguraba que todo estuviera bien. Cuando quería renunciar, recordaba a su antecesor, quien había fallecido intoxicado con un té bien cargado de «trompeta de ángel», regalo de la Reina.

99 palabras con todo y título.

Si quieres visitar el blog de Lidia da clic AQUÍ. Tiene cosas muy interesantes para ver y también puedes participar en sus retos mensuales.

Autor: Ana Laura Piera

https://bloguers.net/literatura/los-pesares-de-milos-microcuento-de-menos-de-cien-palabras/