La Cuenta Maldita – Cuento Corto

Paco estaba harto de contar los días. Las matemáticas nunca se le habían dado muy bien que digamos. Su mujer, Flor, solo sonreía ante la discalculia crónica de su esposo.

—¡Ay, Mujer! ¿Hace cuanto que fuimos con Abelardo y Estela? ¿Habrán pasado ya los 14 días?

Flor recordaba que después de mucho tiempo se habían atrevido a visitar a sus grandes amigos. Todo había sido en un ambiente controlado, al aire libre y con cubrebocas. Eso sí, a la hora de los brindis se los tuvieron que quitar y después de varios tragos cada uno, la distancia se fue acortando hasta que acabaron abrazados, cantando y llorando a moco tendido por el añorado reencuentro.

—Llevamos 12, pero creo que a estas alturas puedes relajarte. No nos contagiamos del bicho.

—¡Alabado sea Dios! Esta zozobra es insoportable, debemos cuidarnos más. —Y se pasaba nerviosamente la mano por la calva mientras negaba con la cabeza. —Esto de estar contando los días es un suplicio.

Otro día llegaron los nietos, a quienes Flor abrió a pesar de las protestas de su marido. Entraron los chiquillos en tropel y los gemelos se fueron a colgar de las piernas de Paco y Flor recogió a la más pequeña, abrazándola y llenándola de besos.

Minadas sus defensas, él no tuvo más remedio que alzar a los gemelos en brazos, mirando a su mujer con cara de angustia. Los dos niños le jalaban las barbas con manos húmedas y le babeaban los cachetes mientras decían emocionados: «¡Abuelito, abuelito!»
Pasaron una tarde preciosa sorbiendo helado, dibujando y escuchando las peripecias de los tres niños. Después, cuando vinieron a recogerlos sus padres, Flor tenía preparada una cena familiar. En cuanto todos se fueron, Paco se acabó un bote de desinfectante en spray pasándolo por toda la casa.

—¡Basta, Paco! ¡No sé que sea más peligroso, el bicho o estos químicos! —dijo Flor malhumorada mientras ambos esperaban en el jardín a que la aséptica nube se asentase y pudieran entrar de nuevo.

Después de darse un baño a conciencia Paco comenzó a contar…

—Es que es el cuento de nunca acabar mujer…

—Son los tiempos que nos han tocado vivir viejo. Pero tranquilo, ya estamos vacunados. ¿De algo ha de servir el piquete no? ¡Y fue tan bueno ver a la familia!

—Estamos tomando demasiados riesgos. No está en mis planes morir asfixiado y con el culo al aire en el hospital. —dijo mientras una mueca de horror se instalaba en su rostro.

—Eso no va a pasar. ¡No seas tan dramático! Seguiremos cuidándonos lo más que podamos.

Otro día fueron a la compra semanal y en la fila para las cajas una mujer tosió. Paco ya no quiso seguir y dejó el carrito con todas las cosas en la tienda; en su huida se iba poniendo gel hasta en el trasero y salió arrastrando a la sorprendida Flor.

—¿Te has vuelto loco Paco?
—¡Tosió! ¡Tosió!, ¿no te diste cuenta?
—¡Hombre! ¡Que traía cubrebocas y nosotros también! Ahora ya es mejor visto tirarte un pedo que toser. A veces uno tose Paco, y no quiere decir que traigas el bicho.

Pero Paco no durmió esa noche y empezó a contar…

—Ya no me acuerdo cuántos días van desde lo de la tienda.
—Estás muy paranoico. ¿Y sabes? no me ha agradado nada que ahora la compra nos la manden a la casa. Mandan lo que quieren y no lo que uno les pide.
—Paco pareció no escucharla.

—Necesito un calendario. ¿Cuántos van? Creo que diez, no… once. ¿Sabes mujer, tengo pesadillas donde entro a un lugar concurrido y yo ando sin cubrebocas? ¿No te pasa a ti?

Los ronquidos de Flor le indicaron que esta ya estaba durmiendo y no había atendido a su diatriba. Entonces Paco se puso a contar utilizando todos los dedos de su cuerpo, de repente se equivocaba y volvía a empezar.

Al otro día el buen Paco no despertó. El doctor dijo que se lo había llevado un infarto por el estrés.

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

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28 comentarios en “La Cuenta Maldita – Cuento Corto

  1. Qué bueno este relato, Ana. En mi modo de ver, el final nos acecha y lo que pasa es que: o le tememos y nunca queremos hablar de ello, o no lo queremos aceptar. Y la muerte puede llegar cuando me te la esperas,.como es este caso. De este mundo no saldremos vivos.

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  2. ¡Hola, Ana!
    ¡Pobre Paco! Tanto miedo a que se lo llevara el virus y su propia angustia acabó con él. Muy bien narrado, con chispa y gracia en esas diatribas de pareja ya mayores. Gran realismo sobre los tiempos que vivimos y con sorprendente final.

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    1. Así es Ángel. Creo que muchos hemos pasado la fase exagerada de Paco, yo al principio, sí. Ahora estoy más relajada, sigo cuidándome pero ya sin caer en extremos. Un abrazo, buen domingo!

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  3. Hola Ana!! qué verdad es eso de que cuando tose alguien los que están alrededor se ponen muy nerviosos. Triste final para Paco, lo veo como una llamada de atención. Y es que una cosa es ser precavid@s y otra muy distinta es obsesionarse. Me ha gustado tu relato. Un abrazo!!

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    1. Hola Julieta, es que Paco era yo al inicio de todo esto, pero es una locura y me he ido dado cuenta poco a poco de que hay que relajarnos un poco porque no podemos vivir secuestrados por el bicho. Obvio cuidarnos, no correr riesgos innecesarios, pero en cualquier momento hasta con una cáscara de plátano en el piso te puede causar la muerte. Así que en mi caso, trato de no exagerar tanto. Saludos.

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  4. No sabemos que nos depara el destino. Ni siquiera sabemos si las cosas son como parecen. Pero está claro que a Paco le falló algo más que las cuentas. Relatas la angustia que en mayor o menor medida todos hemos vivido, mejor dicho, estamos viviendo. Pero hay que seguir adelante, como mejor podamos. Porque luego cuando menos lo esperas, la vida te sorprende con algo con lo que no contabas. Espléndido relato con moraleja incluída. Un abrazo Ana.

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