OLORES Y RECUERDOS

“A gato viejo, ratón tierno”, solía decir descaradamente mi padre. No había pasado ni un mes del suicidio de mamá y el viejo ya hacía de las suyas. Sin ella, sus correrías se volvieron aún más desvergonzadas. Creo que nunca tuvo la capacidad de amar a nadie y yo temía ser como él, pero tú me salvaste.

Una imagen interrumpió esa idea: un campo en primavera. El culpable era el aroma a tomillo que hervía junto con la carne. Rememoré cuando en alguno de nuestros viajes, fuimos a ver cómo hacían queso de forma artesanal en esa granja remota. Lo degustamos y nos dieron vino, ¡estabas tan contenta! Al final de ese día mágico, nuestros cuerpos se fundieron en una colisión exquisita.

El olor a orégano me golpeó la nariz ¿o fue acaso la mejorana? ¡Malditas hierbas!, ¡nunca las supe diferenciar!. Les tenía aversión pues me recordaban los jarabes caseros con que mi abuela pretendía curar cualquier gripe cuando era pequeño. Pero a ti sí te agradaban.

Los aromas me atrajeron al cazo donde hervía tu carne junto con las especias. No pude distinguir qué era qué. ¿Acaso parte de tus piernas?, ¿un pedazo de vientre?, tal vez un fragmento de tus pechos. La cocción te había transformado. Saqué un trozo, lo probé y se deshizo en mi boca inundándola con un sabor delicioso . Mi cuerpo se estremeció de emoción y sentí la urgencia de seguir comiendo. Te amé tanto, que busqué la manera de estar siempre juntos. Yo nunca sería mi padre.

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AUTOR: Ana Laura Piera / Tigrilla

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23 comentarios en “OLORES Y RECUERDOS

    1. Hola Pedro, gracias por pasar y comentar. Un tema tabú sin duda, hay tanta gente loca… y hay locuras que se nos ocurren jajaja. Saludos.

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  1. Vaya, como homenaje es brutal, seguro que alguna cultura o algún zumbado ha hecho caldereta de la persona querida. Sin hablar de casos extremos de hambre.
    Tremendo relato, Ana. recreándose en las tajadas a degustar.
    Muy bueno para un Halloween o día de todos los santos.
    Un beso.

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    1. Hola Oswaldo, sí, un tema prohibido. La idea me vino por lo de los olores y derivó en canibalismo. (Las vueltas de la inspiración). Gracias por tus palabras, te mando un abrazo.

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  2. Hola Ana. Eso de que «hay amores que matan» se podría transformar en tu relato como «hay amores que te que cocinan y te comen» y la expresión «estar en la olla» nunca fue más literal. No me gustaría tener un enamorado con tanta aversión a las hierbas aromáticas y un profundo temor de no poder amar a alguien, prefiero un hombre más «normal». Me encantó el juego con los aromas, las hierbas… sugieren otro final. Un abrazo 🐾

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  3. Mientras leía pensé en mi abuela, cuando cocinaba usaba hierbas silvestres, hierbas y especias. Yo era un niño y me gustaba comer en su casa. Pero un día cocinó el pollo y yo no sabía que ese pollo era mi amiga Catherine la gallina, y fue terrible para mí. Me sorprendió ver esa carne y saber que era mi gallina favorita. Mi madre me obligó a comerlo, ya que estaba llorando y luego vomité todo. Fue muy cruel. Todavía recuerdo a mi amiga Caterina porque fue muy dulce con ella y cariñosa.

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    1. Qué pena lo que le pasó a Catherine, a veces los adultos son insensibles. En casa de mi madre tenían un pavo (guajolote) todo el año, engordándolo para la cena de navidad, también se encariñaban con él y al final se lo comían. Es triste. Saludos y gracias por leer.

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