Relato para Va de Reto

Después de una catástrofe mundial, la Tierra está desolada. Según todos los indicios, eres la última persona viva en el mundo. Estás encerrado en tu casa, dentro de tu habitación, cansado de vagar solo por parajes desiertos, pensando con desesperanza en tu futuro. En ese momento, unos golpes llaman a la puerta…
LA VOZ
El ruido de golpes en la puerta me sorprendió abriendo una caja de galletas de mantequilla. Las había encontrado el día anterior en una casa bastante alejada de mi refugio. El hallazgo había constituido una verdadera alegría en medio de días donde mi humor estaba peor que nunca. Las galletas seguían en su caja metálica y eso las había salvado de los animales, ahora dueños y señores de la ciudad.
Ese toquido me inquietó sobremanera. ¡Aquello era imposible! En dos años no había visto un alma en la ciudad. Sentí la mordida del miedo y mi corazón empezó a latir fuertemente. Tomé mi pistola y la metí dentro de mi pantalón. Los golpes se repitieron.
—¿Quién? —hacía tanto que no escuchaba el sonido de mi propia voz que me sorprendí mucho y mi cerebro tardó unos segundos en procesarla y reconocerla como propia.
—¡Ábreme, soy Alejandro Falcones!
Los únicos ruidos que en dos años había escuchado eran los de la naturaleza y las cosas, como el crujido de los edificios y casas, pisar sobre vidrios quebrados, ladridos de perros, la voz del viento… Así como me había impresionado escucharme, oír esa voz me estremeció. El nombre me sonaba, pero, ¿de dónde?
—Tu novio de la facultad —dijo como adivinando mis pensamientos—, ¡por favor, abre! El modo era urgente, imperioso.
Me quedé de una pieza. ¡No podía ser! Alejandro había muerto en un accidente automovilístico. Había ocurrido mucho antes de que sobreviniera la gigantesca llamarada solar que fundió todo aparato eléctrico en el planeta y en el espacio, sobreviniendo el caos.
Quienquiera que estuviera afuera me conocía, pero sus intenciones seguramente no eran buenas porque estaba mintiendo. Observé la puerta, era firme, la había reforzado para que fuera infranqueable. Mi refugio, un antiguo almacén, no tenía ventanas, excepto la del baño, pero era demasiado pequeña, así que no existía otro acceso. Temblando, arrastré un viejo sofá contra la puerta y sobre él puse lo más pesado que poseía: una televisión ahora inservible, pero frente a la cual me gustaba sentarme por horas, mientras recordaba algún antiguo programa favorito.
—Dany, por favor, ¡ábreme!, hace frío, tengo hambre, esto ha sido demasiado horrible. Te necesito y tú me necesitas ¡ayúdame!
La voz que me llegaba del exterior comenzó a sonar como la voz de Alejandro. Además me había llamado «Dany», así era como él me decía de cariño. Empecé a dudar. ¿Y si no había muerto? ¿Y si me habían mentido para alejarme del amor de mi vida? Pero yo recordaba haber ido al funeral, recordaba gente vestida de negro, muchas flores y un ataúd oscuro. Me empezó a doler la cabeza.
—¡Mientes! ¡Alejandro esta muerto! ¿Quién carajos eres? ¿Cómo sabes mi nombre? ¡Estoy armada!
El desconocido no respondió nada, pero escuché como un bufido y un chasqueo de lengua. Podía imaginar al impostor afuera, pensando en alguna estrategia para lograr que yo le abriera. Fue entonces cuando me llegó el olor a perfume «Acqua di Gio», inconfundible, el que siempre había usado Alejandro. Mis fosas nasales se ensancharon queriendo captar las notas frutales y florales y los recuerdos se agolparon en mi cerebro. Quizás sí era él.
El delicioso aroma cambió todo. Quité la televisión y arrastré el sofá alejándolo de la puerta. Estaba aún en eso cuando noté que el olor se desvanecía y dejé de percibir la presencia al otro lado. ¿Y si en verdad había sido él y se había ido? ¿Había perdido la oportunidad de disfrutar de la compañía de otro ser humano en medio de ese solitario apocalipsis? El pánico se apoderó de mí y frenética, comencé a meter llaves y descorrer cerrojos. Maldije la hora en que había instalado en la puerta todas las cerraduras encontradas en mis correrías por la urbe abandonada.
—¡Alejandro! ¡Espera! ¡No te vayas! Gruesas lágrimas comenzaron a mojarme el rostro y a nublarme la vista.
Para cuando pude abrir, no ví a nadie, tan solo el paisaje familiar de la calle desierta. Seguía sola, bueno, siempre estuvimos solas… mi esquizofrenia y yo.
Autor: Ana Laura Piera /Tigrilla.
https://bloguers.net/literatura/la-voz-en-medio-del-apocalipsis/
El temor primigenio…LA SOLEDAD ABSOLUTA. Me encantan tus delirios amiga mía.
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Muchas gracias Oswaldo!❤️
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Qué bueno, Ana, por un momento creí que te daba tiempo a alcanzarle y no todo acaba en locura ante tanta desolación.
Increíble micro.
Saludos
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Muchas gracias por tu visita y comentario!❤️
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Ana, genial , agónico, transmite bien la atmósfera de un mundo en declive, tras una gran catástrofe, y el final me parece tan bueno como desolador, acorde con la historia. Me encantó¡¡ un abrazoteee¡
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Muchas gracias por pasarte Mik! Abrazo!
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Fantástico relato, mantienes la tensión durante todo el tiempo y consigues que el desasosiego continua al final, a pesar de saber que todo puede ser culpa de la enfermedad.
Un abrazo.
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Hola Àngel, sí..queda el final como abierto, como de duda no? Lo quise dejar así y ya que cada quien lo decida en su mente. Un abrazote!
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Maravilloso, Ana.
Sabía que merecía la pena la espera, ¡al fin tenemos tu regalo para el Acervo! 😊
El relato es precioso en su redacción, en la forma en que has conseguido la ambientación. Sin necesidad de describir demasiado el entorno nos has imbuido de la claustrofobia, la tensión y la desazón de la protagonista. Mientras lo vas leyendo, te debates entre decirle que no abra la puerta por su «salú» y que lo haga para sacarnos de la «curiosidá». 😅
Y el final es estupendo. El uso de su enfermedad para dejarnos en la incertidumbre sobre realidad o imaginación me encanta. ¡Genialoso! 👏🏻👏🏻👏🏻
Es un auténtico placer tenerte entre la familia acervolense y espero seguir animándote con los VadeReto, pero, por supuesto, sin compromiso ni presión, solo cuando te apetezca e inspire mi propuesta.
Gracias por tu relato, un abrazo.
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Muchas gracias por tus palabras, me animan a seguir escribiendo. Quiero que sepas que acepto crítica constructiva y consejos. Un placer participar en tu reto. Saludos!
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Me ha gustado mucho. Leer es un acto de fe: hay que creer, apostar por el escritor y dejarte arrastrar por el a su mundo, a su historia, pues solo asi tiene sentido. Solo asi el final resuelve, aunque quede abierto, pues en este caso prolongas ese mundo con tu propia imaginación.
Yo me he dejado llevar, dócil, entregado, y el resultado es que volvería a comprar la entrada para tu carrusel.
No podría darte consejos, no soy quien, solo lo que he experimentado, pues de eso trata el arte, de crear emociones. He sentido la soledad, la ilusión por las galletas, el miedo, el estupor con ese aroma de la memoria, el deseo y la frustración, que en el fondo es asunción del propio ser, reconocerse en una quimera… todo eso.
Uno es su mejor y peor crítico: Solo hay que leerse con los ojos de los demás.
Un abrazo. Sigue, insiste, persevera, sufre, porque la creación duele y las buenas historias tienen que doler. Pero nunca dejes de creer en ti.
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Hola Isra muchísimas gracias por leerlo y comentar. Un abrazo!
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Hola, Ana. Qué buen relato. Un punto que me gustó mucho es que emplearas la percepción sensorial para mantener ese hilo delgado entre alucinación y realidad. Un abrazo y sigue escribiendo. Ojalá verte más en el vadereto.
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Hola Lehna, muchas gracias por leerlo y por tu comentario. Un gusto participar!
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Seguro que si asalta una perfumería y huele de nuevo ese embriagador aroma las voces de su cabeza la volverán a dar otra oportunidad. Para todo hay solución si la locura, a falta de imaginación, convive en nuestra mente.
Saludos Ana 🖐🏼
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Hola JM, gracias por leer y por tu comentario. Saludos!
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