AQUETZALLI «Agua Preciosa»

foto: INAH México

«Es una belleza” dijo el hombre de ojos de serpiente mientras sus manos hambrientas acariciaban la suave figura de cerámica policroma con forma de mujer. Quinientos años antes otras manos más obscuras también la habían acariciado con devoción antes de colocarla junto a otros objetos en una ofrenda funeraria.

—Dime, ¿fue difícil?

—Tuvimos peligro de derrumbes, patrón. Ya teníamos algunos textiles y unas ollitas y nos estábamos regresando cuando sentí algo extraño, como cuando lo miran a uno por detrás, patrón. Me la encontré en una esquina. La tomé y nos salimos —dijo Nemesio, el jefe de cuadrilla. Un hombre bajito y robusto, con un bigote despeinado, al que se le leía en la cara el alivio por haber podido encontrar algo que valiese la pena.

—Excelente. Esperen afuera, ya les diré cuánto les toca a cada uno. Necesito hacer algunas llamadas.

Aquetzalli (Agua Preciosa), murió honrosamente dando a luz. De su vientre condenado vio salir a su criatura. Con la vida en retirada, alcanzó a escuchar el débil sollozo del pequeño y su cara se iluminó con una sonrisa. Así se hundió dulcemente en los brazos de la muerte.
Su afligido esposo, Mixtle (Nube Oscura), mandó a hacer una imagen que le recordara a su mujer. Cuando el artesano puso en manos de Mixtle la pequeña escultura, éste sintió que el espíritu de Aquetzalli se encontraba en ella y se lamentó de haberla encargado. Ella había renunciado al honor que se confería a todas las mujeres muertas de parto: convertirse en princesas celestes y acompañar a Tonatiuh (el dios sol), en su viaje desde el mediodía hasta el atardecer. Su espíritu decidió seguir junto a Mixtle y el bebé, viviendo en aquella efigie de cerámica.

Afuera de la oficina del «hombre-serpiente», Nemesio y su equipo de profanadores de tumbas esperaban la recompensa tomando cerveza y recordando detalles de la jornada. Nemesio señaló a Vicente, un chamaco larguirucho con cara de caballo.
—Mira Vicente, te tienes que calmar, anoche hiciste demasiado ruido rompiendo calaveras, no me importan los muertos, pero sí que atraigas la atención de alguna patrulla.
Todos rieron, y eufóricos por el alcohol lanzaron maldiciones por la tardanza del patrón, les urgía sentir el dinero en sus manos para gastárselo en putas y licor.

La presencia de Aquetzalli, llenó de paz a Mixtle y a su pequeño hijo Coyoltzin, (pequeño Cascabel), ambos sintieron que ella los protegía y atraía la suerte para su casa. Le hicieron un pequeño altar a un lado de los dioses principales. Cuando Mixtle se sintió próximo a morir, le pidió a Coyoltzin que su mujer fuera puesta en su tumba para acompañarlo en el largo camino al Mictlán, la tierra de los muertos.

El «hombre-serpiente» hizo llamadas, tomó fotos de Aquetzalli y las mandó a los posibles compradores. Como él esperaba, la figura llamó la atención inmediatamente, era una pieza excepcional. Se generó un interés tremendo alrededor de su posible compra. Llovieron las ofertas. En medio del frenesí, había algo que lo molestaba, una sensación extraña que no le permitió disfrutar el momento, se sentía observado. De reojo, le pareció ver que de la escultura emanaba una luz rojiza, pero al voltearse no vio nada fuera de lo común. Respiró aliviado, pero al poco rato le pareció que la pieza se había movido de sitio, descartó el pensamiento, seguramente no se había fijado bien donde la había colocado en un principio.

Afuera, el alegre grupo de borrachos olfateó un olor extraño. De la oficina del patrón salió un humo blanco y denso, se alarmaron pensando en un posible incendio, pero el humo olía a copal, una resina aromática usada por las culturas precolombinas y que era quemada en ceremonias. Los hombres entraron en tropel y se encontraron con el patrón sin vida sobre el escritorio, su corazón y la figura de Aquetzalli rotos en mil pedazos. Por la noche, uno a uno, los profanadores morirían en sus camas, al tiempo que Aquetzalli y Mixtle se dispondrían a dormir muy juntos, unidos para siempre en el Mictlán.

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

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33 comentarios en “AQUETZALLI «Agua Preciosa»

  1. Espléndida y misteriosa historia. Parece una maldición para esos profanadores. ¿Justicia divina? es posible. Lo cierto es que no conviene impedir el descanso de los espíritus y este relato es una muestra. Me ha gustado mucho Ana. Un abrazo.

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  2. ¡Hola, Ana! Me hiciste ponerme un sombre y chupa de cuero a lo Indiana Jones o a lo Howard Carter, ja, ja, ja… Un relato de maldiciones atávicas absolutamente delicioso en el que no solo nos muestras la historia presente, sino que narras el origen de la figura. Imaginación al poder. Me encantó. Un abrazo!

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  3. Hace un par años me acerqué a una excavación profunda que se hizo para meter el drenaje de una gran construcción. En los mi neones de tierra vi huesos y restos de utensilios cerámicos. Reuní lo que pude y me di cuenta que eran huesos de personas. Pensando en la mitología, regresé lo encontrado en a su sitio e hice algunas plegarias. Me retiré pensando si no había cometido algún tipo de profanación. Hasta la fecha sigo vivo. Gracias por este cuento que me evocó aquella experiencia Ana. Siempre tienes algo nuevo con que tocarnos.

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    1. Hola Jaime un gusto que pases por acá! Que bueno que no te sobrevino nada raro. Una amiga se trajo de Hawaii una roca de un volcán, tuvo muy mala suerte y problemas hasta que la regresó. No sabemos que porcentaje de cierto haya en estas cosas, pero ante la duda mejor respetar. Saludos!

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  4. Un excelente cuento, Ana. En verdad muy bueno. (Un señalamiento, en la segunda línea de diálogo «Tuvimos peligro de derrumbes…», antes de «patrón» hace falta una coma las dos veces que se le habla).

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  5. Que bien se te dan los relatos, Ana, tienes una imaginación prodigiosa. Me encanta lo referente a la arqueología y antiguas civilizaciones, y he disfrutado mucho con esas dos partes que has incluido. Conocer esa leyenda de México que incluso los nombres e historia, me han parecido de una sensibilidad y amor en extremo. Y lo has convinado genial con un aire de aventuras, protagonizada por profanadores. La maldición…, aún me pregunto si existen.
    Me encantó!

    Un abrazo fuerte.

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  6. ¡Qué preciosa narración! Tu mente siempre tan inquieta, prodigiosa y además sabedora del tema que tratas. Me remontas a lecturas muy pasadas y absolutamente actuales de igual forma. Ah! Cuidado con no respetar a los espíritus, sepanlo todos!
    Un abrazo cálido y agradecido.

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