Llegó muy cansada del trabajo. Ser mesera en tiempos pandémicos resultaba doblemente duro. Tenía que traer cubrebocas, careta y estar pasando cada cierto tiempo por la estación desinfectante donde la envolvían en una neblina aséptica. La paga no era mucha y las propinas escaseaban. Su estado anímico pasaba por un momento bajo: sus padres vivían lejos y no podía visitarles, el novio la había dejado por una amiga y para colmo, un compañero del trabajo la acosaba.
El pequeño y humilde departamento que rentaba arriba de una farmacia le parecía el paraíso después de la jornada habitual. Hurgó en su pecho y lentamente fue sacando tres metros de cable que terminaban en un conector USB que enchufó en un tomacorriente especial. Se dejó caer en el sillón de siempre.
La corriente entró en su cuerpo y el leve hormigueo la hizo relajarse y adormecerse. Extendió el brazo derecho y con su mano izquierda oprimió la piel a la altura de la muñeca. Se evidenció una pequeña sección rectangular que se replegó sobre sí misma y reveló un pequeño interruptor de encendido / apagado. Presionó para apagarse, un temporizador incorporado la volvería a activar en tres horas.
Era el momento de ahogar sentimientos, preocupaciones, flotar en la negrura mientras el hormigueo le masajeaba el cuerpo y el alma. Morir por un rato, para luego prenderse recargada, más entera. Mejor.
Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla
Si te gustó compártelo. Si ves errores indícamelos. Cualquier comentario es bienvenido, gracias por pasar y leer.
Una interpretación muy original de la evolución hacia la inteligencia artificial. También podría ser el comienzo de una relato o una fantástica novela. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Carlos, saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Como dice Carlos, podría ser el inicio de una novela de ciencia ficción sobre un futuro no tan fantástico. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
«…futuro no tan fantástico», creo que tienes razón. Te mando un abrazo.
Me gustaMe gusta
Muy bueno, libre a diferentes interpretaciones
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Ana, un muy buen relato, da para muchas lecturas, pro lo que evidencia, es que artificial o no, el ser humano, no escapa de la refriegas duras de la vida. Un abrazote grande Saludos¡¡¡¡
Me gustaLe gusta a 1 persona
Así, es, nos vendría muy bien a todos una desconexión así. Sería todo más fácil. Gracias por pasar Mik y por tu comentario. Saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Como suele pasar con lo textos interesantes.. a mí también me produce sentimientos encontrados… sabemos de ella poco, salvo lo difícil y poco gratificante que es su día a día. En este sentido, esa conexión artificial podría juzgarse como parte de la deshumanización del mundo y su vacío. sin embargo a ella la recarga y se siente como algo vivo y esperanzador…
Gracias!🔌
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Marta, gracias por leerlo y por tu comentario, lo aprecio mucho.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Antes éramos, ahora somos y son.
Me gustaMe gusta
Ojalá ese botón existiera en cada uno de nosotros, sin duda haría la vida más llevadera. Muy bueno, Ana.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Gracias por pasar!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Hola, Ana! Sin duda que el relato podría inspirar hasta a Asimov con esa androide de inteligencia artificial y emocional, pero que sin duda sabe cómo desconectar. Ni ella se libró de la mascarilla… Una estupenda Scifi. Un abrazo!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por pasar y por tu comentario David. ¡Saludos!
Me gustaMe gusta
Pues no estaría mal poder desenchufarse de vez en cuando eh… por ratos, podría comprarlo. Aunque está claro que ni siendo androide se libra de pandemias y hasta ella, que se supone incorruptible, necesita mascarilla antivirus.
Buen relato Ana,
Me gustaLe gusta a 1 persona
Así es creo que a todos nos vendría muy bien un artilugio así y recargar baterías. Saludos y gracias por comentar.
Me gustaMe gusta