LOS AMANTES

Una tarea: escribir sobre un cuadro.

Cuadro Los Amantes . Autor: Rene Magritte.

—¡Despierten! ¿Qué carajos ven en ese maldito cuadro? —el golpe propinado en la mesa fue lo suficientemente fuerte para llamar la atención de sus compañeras.

Tina hizo una mueca de hastío mientras observaba “Los Amantes” de René Magritte. La mirada de Renata denotaba un poco más de interés. Antonio había perdido la paciencia. Debían terminar entre los tres un relato inspirado en aquel cuadro extraño y no habían avanzado nada. Renata salió de la habitación y Antonio, molesto, empezó a guardar sus cosas. Pero la chica regresó con dos pañuelos blancos y se envolvió el rostro con uno de ellos mientras le lanzaba a Antonio la otra prenda. Tina comenzó a reír estúpidamente, pero luego calló al ver que el joven imitaba a Renata. Luego ambos se acercaron torpemente y unieron sus bocas cubiertas de tela. Así estuvieron mucho rato, tanto, que Tina acabó por irse.

Fue un beso extraño, revelador. La experiencia les habló de pérdidas y no solo sensoriales, también de amigos, amores y libertades. Acabaron llorando y comenzaron a escribir sobre un amor imposible. Al terminar el borrador, Renata se acercó a Antonio, esta vez con deseo. —Nosotros no somos ellos —le dijo mirando el cuadro. Él se acercó y unió su boca desnuda a la de ella, primero tiernamente y luego con fuerza.

Años después, viviendo juntos, una pandemia azotó la Tierra y la proximidad con otros se consideraba una amenaza. Abrazados en su cama durante el estricto confinamiento, recordaban esa experiencia:

—Fue una suerte encontrarte —dijo él acariciándola.

Ella apagó la televisión con el control remoto y acercó su boca a la de Antonio. Afuera, el mundo estaba oculto, pero ellos podían verse y amarse.

Autor: Ana Laura Piera / Tigrilla

6 comentarios en “LOS AMANTES

  1. «¿Qué estás esperando?» preguntó el hombre que los secuestró.

    Con la manta sobre su rostro, Carlos abrazó con fuerza a la mujer que ha sido su única compañía. «Todo va a estar bien,» le dijo al oído. Aunque, los dos sabían que estaban a punto de caer al vacío.

    «Muévanse,» dijo el secuestrador, «o voy a tener que empujarlos.»

    María empezó a llorar.

    «Tranquila,» dijo Carlos y la tomó de las manos. «Confía en mí.»

    María levantó el rostro cubierto con la manta y lo besó.

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